Educación

 

 Sandro Cohen

Por Gaudencia Vargas Ortiz

          Una lección del poeta, escritor y profesor universitario Sandro Cohen dice: “El arte es una vida alterna que va limitada por una vida real en la literatura. Específicamente en la narrativa se puede inventar muchas vidas paralelas. Se pueden hacer cosas que uno nunca haría, se crean circunstancias en que uno en la vida real no quisiera meterse nunca, porque son muy peligrosas, porque después de eso no hay como regresar”.

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          Nacido el 27 de septiembre de 1953 en Newark, New Jersey, Estados Unidos, Cohen ha dedicado más de la mitad de su vida a la lengua española. “Elegí el español para mi obra creativa por llamarla así porque vivo en México, mi familia es mexicana, mis alumnos son mexicanos; todo mi medio es mexicano”.

         Su infancia está llena de recuerdos. “Mi mamá era lectora, era el modelo. Siempre muchos libros en la casa, y acudíamos a la biblioteca pública, que era uno de mis lugares favoritos. Hacía mis peregrinajes, temprano los sábados, los domingos, iba a la biblioteca, pasaba horas viendo, curioseando y luego me pasaba al cine.  Hasta la fecha”.

      Desde muy joven se sintió atraído por la literatura y la poesía. “Me enamoré de Shakespeare y Wordsworth, y encontré a César Vallejo y Federico García Lorca” . Y al mismo tiempo empezó a tomar sus primeras clases de español en la James Caldwell High School. “Me hice novio de la nieta de un español canario, y por ella decidí seguir estudiando castellano en la universidad, aunque después ella se hiciera fotógrafa profesional y activista de los derechos humanos en Guatemala”.

       Durante sus primeros dos años en la Universidad de Rutgers, la pública del estado de Nueva Jersey, Cohen tuvo que decidir entre ser músico, actor, director de teatro, dramaturgo, poeta o profesor de literatura. “Realmente no tenía idea de qué podía ser o hacer mejor: quería hacerlo todo”.  Para ese entonces Cohen leía en español todo lo que podía: novelas, cuentos, poesía, etc.

      “Yo quería ser escritor, sí. Pero nunca pensé que podría vivir como tal, que fuera mi trabajo, que fuera conocido como. Yo no veía cuáles eran los pasos que debía seguir para ser escritor en Estados Unidos, no conocía a escritores. En México los escritores están muy a la mano, en Estados Unidos no. Viven quién sabe adonde, en grandes ciudades inalcanzables o en pueblos muy alejados como reclusos, entonces no tenía idea”.

       En Rutgers, Cohen conoció a Luis Mario Schneider, el crítico, poeta y novelista argentino que se había avecindado en México, quien lo convenció de estudiar su tercer año de licenciatura en México en lugar de Madrid, donde ya lo habían aceptado.

       “Luis Mario, en agosto de 1973, se convirtió en mi Virgilio y padre putativo. Me presentó a muchos escritores activos del momento, aunque yo no sabía bien a bien quiénes eran, ni cuál era su importancia.

      ”Cuando yo llegué a México estudiaba como cualquier alumno de universidad y me veía como profesor, como lo soy, pero nada más, que da clases y así,  por un lado hacía poesía y hacía cuentos, todavía no pensaba en novela, pero no lo veía como una posibilidad real de vida hasta que llegué a México. Porque aquí si tuve maestros, mentores y modelos que eran escritores.

      ”En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tomé clases con Carlos Illescas y Conchita Caso. Jugaba futbol y tocaba la guitarra con Tomás Mojarro, después conocido como el Valedor en la radio, pero en aquel entonces era un novelista muy leído.

      ”Cuando cumplí 20 años decidí adoptar otra cultura, otro idioma, otra manera de vivir y sentir el mundo”.

      Una vez en México, instalado en la Colonia del Valle tardó tres semanas para empezar a hablar el idioma y unos tres meses para saber que en México se quedaría para siempre.

        En junio de 1974 volvió a Estados Unidos y en 1975 se tituló por la Universidad de Rutgers (con en una tesis en español sobre El realismo mágico en la obra de Tomás Mojarro), empezó a dar clases del alumnos de licenciatura y a estudiar la maestría en Letras Hispánicas.

        En 1976 llegó un aviso del Centro de Artes y Lenguas (CALE) de Cuernavaca, Morelos. “Buscaban profesores para dar clases de español a extranjeros durante el verano. Envié mi currículo pero jamás pensé que me aceptarían, siendo nativo de Newark. Pero justo cuando lo había olvidado, recibí mi carta de aceptación. Me dio un poco de temor enseñar español en un país de habla española, pero lo vi como otro desafío. Como decían en Nueva Jersey: Sink or swim. O nadas o te hundes.

      ”Me encantó la experiencia. Me encariñé con Cuernavaca, pero más con la mujer con la cual me casaría en agosto de 1976, la que sería madre de mi primera hija, Yliana Victoria. Enamorado, y no sólo de México, decidí suspender mis estudios de maestría. Mientras tramitaba la green card para Claudia Acevedo, mi esposa, daba clases de inglés en una escuela particular de Cuernavaca. Lo odiaba pero así podíamos pagar el súper”.

      En noviembre del mismo año se trasladaron a Nueva Jersey, donde a base de mucho esfuerzo, Cohen obtuvo el grado maestro en Letras Hispánicas con la tesis La perspectiva de la historia en Jorge Luis Borges.

    “Eran tiempos difíciles. Estudiaba y daba clases de lunes a jueves en la tarde. Trabajaba las noches, de jueves a sábado, turnos de 12 horas en el Departamento de Cómputo de Cadence, una empresa que publicaba Marvel Comics. Con esto sobrevivíamos y ahorramos lo suficiente para volver a México. Claudia no quería regresar; le gustaba vivir en Estados Unidos. Fui terco. Tal vez esa decisión me costaría el matrimonio unos años después”.

        Dispuesto a todo, y sin ninguna promesa de empleo, en diciembre de 1977, acompañado de Luis Mario volvió a México en su primer coche, una Hornet verde de American Motors, “el cual compré usado por muy poco dinero”.

       “En enero nos reencontramos con Alberto Dallal, el director de Publicaciones de El Colegio de México (Colmex), a quien había conocido anteriormente en Nueva York. Gracias a las influencias de Luis Mario, Alberto me ofreció trabajo como su asistente.

        ”Conseguí mi permiso migratorio FM2, el cual me permitía trabajar, y estuve dos años en el Colmex. También me inscribí en el doctorado en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM”, fue entonces cuando logró reunir los poemas de su primer libro De noble origen desdichado.

          En enero de 1980 publicó su segundo libro de poesía A pesar del Imperio, y empezó a impartir clases de Redacción en la UAM-Azcapotzalco. “Me invitaron a hacer examen de oposición para dar clases, cuando la UAM era una universidad muy joven”. Y hasta la fecha “siempre he estado muy a gusto, no he tenido problemas, soy profesor- investigador de tiempo completo”.

         ”En abril de 1982 —Viernes Santo— murió mi padre, con quien tenía yo una relación difícil y distante, aunque de mucho cariño…y sólo entonces empecé a pensar en él y la importancia que tenía para mí”.

      En esa época, Cohen sintió la necesidad de reencontrarse con sus raíces religiosas, “quería comprender mejor el judaísmo…Como todos, uno se aparta, se aleja, ‘me vale’ y yo decía lo mismo, como todos o muchos. Y luego, ‘bueno, espérate, haber ¿qué es todo eso que estoy rechazando?’, lo quiero entender ¿por qué?”. Porque “si uno lo rechaza a ciegas, uno se está rechazando a sí mismo, hay una auto aniquilación.

      ”Al reencontrarme con la religión, con las raíces, la ética y todo lo que iba implícito en toda esa cultura, que es lo que es, porque religión no es sólo el dogma de ‘haz esto, no hagas esto’, es todo un caldo de cultivo de cultura y ética. Dediqué muchos años a eso, y luego ya que entendí más o menos o sentí que tenía una idea mucho más clara de ese bagaje, de esa herencia, de esa cultura, pues ya. Estoy en paz. No tengo broncas.

       ”Entonces tomas lo que tú consideras que es positivo, lo que te sirve y dejas un lado el lastre, lo que ahí está. No voy a permitir que esto que no me parece me afecte de manera negativa, porque eso sería neurótico, porque ningún sistema es perfecto, son sistemas humanos, muy grandes y muy complejos como todos los sistemas religiosos”.

     En noviembre de 1982 Sandro Cohen  adquirió la nacionalidad mexicana y publicó Autobiografía de un infiel  y un año más tarde Los cuerpos de la Furia, “para mí el libro más doloroso que he escrito, empecé a emplear lo que aprendía. En ese libro está, de una u otra manera, mi divorcio (sobre todo en “Autobiografía del infiel”, que salió antes en forma de plaquette), la infancia de Yliana y mi encuentro con Josefina Estrada”, con quien en 1984 volvió a carsarse y tuvo su segunda hija: Leonora Celia.

    Después de eso “me alejé, dejé de publicar poesía —aunque nunca de escribirla— y me dediqué a mis clases y mis estudios. El reencuentro con una base espiritual más sólida nos ayudó a sobrellevar el impacto y los efectos secundarios de los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985, cuando perdimos nuestro departamento en el onceavo piso del edificio Niños Héroes en Tlatelolco”.

      En 1989 publicó Línea de fuego, en 1991 Pena capital. Crónicas urbanas; en 1993 Corredor nocturno, en 1997 su primer novela, Lejos del paraíso, en 2002 su crónica De cómo los mexicanos conquistaron Nueva York, un año después Los hermanos Pastor en la Corte de Moctezuma y en 2007 recopiló gran parte de su obra poética en Desde el principio. Poesía reunida. En 2008 salió a la luz su relato erótico Ahora que lo pienso, en 2009 Por la carne también. Cuentos eróticos y en 2010 Tan fácil amar.

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    Además de su obra literaria y su trabajo como profesor en la UAM durante varios años, Cohen fue tutor de los becarios del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y de los Creadores Jóvenes del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). En 1999 fundó Editorial Colibrí, donde publicó más de 100 títulos de literatura mexicana y latinoamericana.

En esta labor editorial destaca la colección As de Oros de Poesía donde figuran obras de Rubén Bonifaz NuñoAlí Chumacero, Juan Bañuelos, Adriana Díaz Enciso, Vicente Quirarte , entre muchos otros.

      Cofundó la revista de crítica literaria Sin embargo, con Vicente Quirarte, Víctor Díaz Arciniega, Alberto Paredes y Carlos Oliva, y fundó la revista literaria Vaso Comunicante con el patrocinio de la Universidad Autónoma Benito Juárez del estado de Oaxaca. Es cofundador de la Asociación de Editoriales Mexicanas Independientes (AEMI) y ha colaborado en espacios como: Casa del Tiempo, Cielo Abierto, El Nacional, El Universal, Excélsior, La Jornada, Information Week Mexico, Milenio, La Letra y a Imagen, La Gaceta del FCE, etc.

     Su amor y dedicación hacia el español, lo han dado a conocer ampliamente como el autor de Redacción sin dolor, publicado por primera vez en 1994 y con más de 100 mil ejemplares vendidos. En este rubro, en el año 2011 publicó otras 2 obras: Guía esencial para aprender a redactar y la Guía esencial para resolver dudas de uso y estilo.

     Conversando en torno a este tipo de obras y a sus talleres de redacción que imparte de forma particular,  Cohen afirma que la lengua española va cambiando y hay que actualizarse.

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   “Eso es lo que estaba haciendo ahora. Tratando de entender  hacia dónde va el idioma, a través de sus palabras, cómo se usan, y lo atrasadas que están las academias de la lengua respecto del uso real de las palabras. Y es muy difícil, porque algunos hablantes son muy quisquillosos y no aceptan ningún uso que no esté avalado por las academias, y hay otros que dicen ‘¡me valen las academias!, hay que hablar como la gente. La gente es dueña del idioma’. Y por supuesto, pero el medio es el pantano de la realidad, donde si uno quiere trabajar como periodista y emplea el lenguaje tal como lo emplea la mayoría de los hablantes no cultos no le van a dar la chamba. Es un problema que nadie puede resolver por sí solo”.

       Sin embargo, el también editor señala que viajar puede ayudar a tener un mejor manejo de la lengua española, ya que es entonces cuando “uno se da cuenta de todo lo rico que es el idioma, porque hay muchas palabras nuevas, usos nuevos y en ese momento uno dice en México no se dice así y en tal parte se dice asá.

    ”Entonces en los libros de redacción, en las guías de estilo, lo único que se puede decir es que a pesar de que la gente lo pueda usar así o asado, la forma que es que se entiende en todas partes es esta, lo que se llama la ‘norma culta’. Si uno está escribiendo un trabajo formal es recomendable que se apegue a la norma culta. En la literatura hay que escribir como a uno se le pegue la gana porque la literatura es un reflejo de la lengua viva, entonces uno elige como quiere escribir, elige su dialecto, y si es narrativa, dialectos, porque puede haber muchos personajes con diferentes dialectos”.

      Respecto a su forma de escribir, Cohen afirma: “mis personajes hablan como gente de su entorno social, mis narradores en general usan norma culta, a menos que el narrador sea la primera persona, entonces sí. Si es un personaje y es mexicano y habla en primera persona va a hablar como cualquier mexicano y no voy a cuidar eso de la norma culta, y en la poesía menos. Pero tampoco busco glorificar el caló o regionalismos, no me gusta hacer ícono, no busco hacer iconoclasta, no es mi misión en mi vida ser revolucionario, no. Creo que hay cosas mucho más importantes qué hacer en la literatura”.

       Y precisamente, una de las inquietudes de este hombre alto, de tez clara y ojos verdes, es que “los índices de lectura son muy bajos y los índices de libros entre comillas serios, muy, muy bajos, porque el sistema educativo es inoperante y muchos padres de familia no tienen la costumbre de leer y no la pueden transmitir a sus hijos.

      ”¿Donde se tiene que inculcar el amor por los libros y la lectura? Si no se da en casa tiene que darse en la escuela. Pero hay muchos maestros que tampoco son lectores y no trasmiten este amor por los libros porque no lo tienen. Y no puede haber una gran industria editorial, una industria boyante, viva, porque es muy difícil vender libros en un país donde muy poca gente lee. Entonces los libros que se venden, porque sí se venden muchos, son los que vienen con mucho apoyo, casi siempre extranjero, y con un aparato de publicidad muy grande. La editorial grande quiere apostar sobre lo seguro, sobre lo probado, es ahí donde pueden sacar la mayor ganancia para sus socios.

      En cuanto a la incorporación de las nuevas tecnologías en la industria editorial, este aficionado a los gatgets comenta. “El fenómeno en general, incluso sin tomar en cuenta la Internet, es que haya menos títulos y más tiraje”.  Esto se está volviendo cada vez más difícil, y el Internet facilita que esto se dé a conocer mediante un blog o cualquier salida electrónico-digital, pero como el contenido es muy extenso y disperso, uno no tiene la sensación de que haya un seguimiento. “Y mientras imperen índices de pobreza muy grandes va a estar difícil, porque el Internet requiere que se tenga computadora, una buena red con buen ancho de banda, etcétera”.

     Sin embargo, las cosas pueden ser posibles si nos abrimos a otros mundos. “Uno puede tener una vida establecida editorial, como yo la tengo, y otra vida en Internet, como también la tengo…No se puede vivir nada más en un mundo, en un rinconcito pequeño, hay que ser más abierto. Los científicos necesitan leer literatura, ver pintura, ir al cine, leer mucho; y los que se dedican al arte necesitan meterse en el mundo de la ciencia de las matemáticas, entender cómo funcionan las cosas. No se puede ser muy sabio en una sola cosas y muy ignorante en todo lo demás”.

      ”La sociedad, la civilización tiene memoria, y la memoria no solo es científica. La memoria profunda es su arte, es lo que ha escrito, lo que ha pintado, lo que ha esculpido es la esencia del ser humano no se puede olvidar eso. …la posibilidad de comprenderse a si mismo de entender el mundo y no sólo en términos de dinero en valor de cambio. Hay valores que rebasan los valores de cambio y que hace que todo lo demás tenga valor”.

          A 39 años de haber llegado a este país, este profesor de cabello medio cano, afirma que cuando llegó nadie pensaba que México estaría inmerso en una problemática como la que vive actualmente. “Nadie ve a México hoy como lo veía hace cuatro décadas, pero en el fondo es el mismo país y siempre ha sido el mismo país. Mientras más cambia más queda igual”.

    ”Quisiéramos todos que algunas cosas si cambiaran para mejor. Para empezar los índices de ignorancia que van de la mano con los índices de pobreza; quisiéramos que México fuera un país más de clase media, donde la educación pública hiciera posibles los sueños de cualquiera, de tener una vida segura, un trabajo digno, un lugar igualmente digno para vivir.

     ”La educación pública se ve amenazada por dos frentes, por dentro y por fuera, por dentro debido a las luchas políticas dentro del magisterio, que no han conducido a mejoras en las escuelas sino todo lo contrario, y por fuera, con la idea de que es muy cara la educación pública y no sirve para nada. Entonces parece que todo es un complot para que no sirva la educación pública”.

       Y esto como consecuencia, provoca que muchos jóvenes vean en el crimen organizado una opción de superación. “Si no hay oportunidades de trabajo, si la industria huye, sobre todo en el norte, si no hay dónde emplearse, si no hay dónde estudiar pues es natural que se busque o se vea al narco como una salida. Es una salida falsa porque no lleva ninguna parte, vaya una vez que se inicia en ese camino el único final es la cárcel o la muerte, salvo contadísimos, que si no están muertos o no están en la cárcel los están persiguiendo, son prófugos de la justicia. No es muy recomendable, pero en muchas partes es la única opción”.

          A pesar de esta situación, Cohen comenta que, en toda circunstacia y en todo lugar, trata de quedarse con lo positivo. “No conozco lugar que no me haya gustado, aunque fuera un rato, y mientras estoy ahí trato de gozar lo positivo y evitar lo negativo, porque no hay lugares perfectos, la utopía no existe”.

       Y hoy, a casi cuatro décadas de dedicarse a múltiples labores, desde la terraza de su departamento en la delegación Cuauhtémoc, Ciudad de México, el autor de Lejos del Paraíso declara que está contento con lo que hace. “Yo no me quejo, yo la paso muy bien, yo hago todo lo que quiero, todo lo que  he querido hacer lo he hecho y se que si quiero hacer algo y no lo he hecho lo puedo hacer… uno siempre hace elecciones y hace apuestas, y en este momento mis apuestas son por la escritura.

       «Estoy escribiendo muchas cosas, y lo hago por que me gusta. Hacerlo sino me gustara sufriría mucho. Me gusta dar clases, me da placer, fluye la adrenalina, me gusta. No sufro la docencia como muchos, ‘ay no que horror tener que dar clases’. A mí me motiva, me mantengo joven dando clases, escribiendo, yendo al cine, al teatro y estar siempre en contacto con gente real”.

         Y aunque profesionalmente no se dedicó a la música, Sandro Cohen disfruta de escucharla y tocarla, sobretodo si es clásica. “Sin eso no me concibo, mi vida sin música sería terrible, sin no entiendo, no tendría sentido, no existiría, ¿cómo sería tu vida sin ojos? bueno todavía tengo oídos ¿y sin ojos, sin oídos? pues ¿qué chiste? Respirar por respirar, es como trabajar para ganar un sueldo para seguir trabajando ¿cual es el chiste?”.

        Además de la música, Cohen considera que el ejercicio es una buena alternativa para mantenerse saludable. “Me gusta hacer ejercicio. Cuando dejo de hacerlo me siento mal, mi perspectiva cambia. Es químico”.

         Al preguntarle sobre sus adicciones, el también editor responde. “Tengo, a veces digo por desgracia, la personalidad menos adictiva del mundo. Yo cuando me he tratado de hacerme adicto a algo no puedo, no he podido, no sé, nunca logré”, y aunque en alguna ocasión le dijeron que el efecto de “la cocaína y la heroína eran parecidos a tener un orgasmo”, Cohen dijo no. “Es apetecible, un buen orgasmo de vez en cuando es bueno, pero vivir todo el tiempo en el orgasmo eterno no es vivir. Entonces ese es el problema con las adicciones pueden ser muy agradables pero terminan matándote”.

        A pesar de que su trayectoria es larga, Cohen no cree que sus libros lleguen a ser valores universales y tampoco es algo que le quite el sueño “pensar en eso es perder el tiempo. Cuando uno escribe quiere escribir lo mejor que puede, dar lo mejor que puede, ya lo que sucede después no está dentro de nuestro control, por más que yo me promueva, que busque la fama, aunque la encuentre y cincuenta años después cuando yo no esté  ¿voy a contratar para que me siga promoviendo? No. Yo estoy totalmente tranquilo en ese sentido. No hay que preocuparse por el futuro de los libros de uno, que se publiquen y ya”.

         Así que por ahora este narrador disfruta de aquellos lugares y personajes en los que se introduce al escribir sus historias. “En la vida real somos muy cautos en general, muy conservadores. Nooo, yo no voy a ir a robar un banco aunque me haga falta el dinero, porque sé que las consecuencias van a ser muy malas…no lo voy hacer. Entonces puedo hacer un cuento de uno que va a robar bancos y puedo explorar todo ese mundo y vivir la emoción de crear todo esto y es muy divertido.

       ”Son los mundos virtuales que crea el arte y son con cualquier tema que toca lo humano. Podemos ver todos los pecados capitales, lo que no debemos hacer que podemos hacer en el arte: la gula, la envidia,  la ira. Y podemos explorar todo esto artísticamente y nosotros tan tranquilos aquí en nuestra casa, en la computadora. Luego salimos vamos a un restaurante, comemos, vamos al cine y no pasó nada”.

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         Finalmente se le cuestiona sobre el futuro de Sandro Cohen, y con una sonrisa contesta. “Debería pensar más en el futuro, pero estoy demasiado ocupado en la supervivencia. No tengo ahorros para jubilarme, no tengo planes para irme a una isla desierta, tengo que seguir trabajando.

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